Cada año en que celebramos la Navidad, aunque me parece un personaje risueño y literario, me pregunto: ¿Y a vos quién te conoce? ¡Por supuesto que hablo del gordito de rojo que también representa a la bebida cola por excelencia! Me gusta la imaginería. Me gustan las historias de ficción. Miro todas las pelis de navidad que se pasen por TV, cable o plataformas de entretenimiento. Porque son eso ¡entretenimiento!
Pero hay un momento cuando me pongo seriamente a pensar en la Navidad como ese gran hito en la humanidad cuando Dios se hizo hombre y nació de una virgen que no entendía nada. Y fue hijo de un hombre que no tuvo nada que ver con la concepción, pero que no deshonró a su prometida que estaba embarazada sin saber él de quién. Lo mejor de esta historia es que ese niño no fue abortado. Ese niño era un rey, el Rey de reyes y Señor de señores. ¡Sí, lo es! A pesar de haber nacido en un pesebre. En el más humilde de los lugares, rodeado de animales y sus olores. Cuando era chica pensaba que los reyes magos habían llegado en la misma noche y por eso el olor no había sido problema porque llevaban incienso y mirra para tapar esos feos aromas.
Miraba mi living navideño, armado ayer con pocas ganas y sólo lo hice por mi sobrina, y no tiene un pesebre o un Belén. Sólo un arbolito navideño con guirnaldas y boas de colores, con luces que prenden y apagan. Y si hoy viniera el Señor y viera eso y me dijera: ¿y a vos quién te conoce? ¡Me lo merecería!
La verdad que este es un pensamiento de todos los años y siempre me digo: “para el año que viene compro el pesebre”. Lo loco es que me esfuerzo en pensar los saludos navideños de los ministerios en los que trabajo para que tengan siempre en la centralidad de la navidad a Jesús. Pero me olvido de hacerlo notar en mi casa.
Que en esta navidad podamos poner en el centro a Jesús en toda nuestra vida y dejarlo allí hasta que él vuelva. ¡Feliz Navidad!
Lizzie Sotola