Una de las cosas que me gustan y mucho es poder argumentar. A veces argumento pavadas, cosas sin sentido, tontas, que nadie más argumentaría. Lo hago sólo por el hecho de reírme un rato, de tener algo en qué pensar que no sea peligroso, dañino y provoque estreñimiento cerebral.
Una de mis tareas es administrar redes sociales de empresas, instituciones, personas, etc. y muy menudo me encuentro con personajes increíbles de todo tipo. Gente que no sabe de qué discute, pero discute y con ímpetu. Gente que sólo deja emojis que no se entiende qué quieren decir. Gente que adula a mansalva. Gente que quiere imponer su idea de manera intolerante. Gente que la da lo mismo lo que le digan, sigue insistiendo en la cuadratura de la circunferencia. Gente que se ofende. Gente que insulta. Gente que se alegra. Gente que se enoja. Gente que te deja tres puntitos ¡sí! ¡ … ! Y gente que argumenta sin argumentos. “Yo lo vi con mis propios ojos en un flash de informativo de TV” y el hecho era de hace casi 13 años pero como lo vio era “verdad”. Y la realidad es que “Se le cayó el argumento, jefe” ¡entiéndalo!
Una de las ciencias que mas amé durante mi tiempo en la universidad es la Semiología, en especial la retórica aristotélica. Me hacía el show jugando con frases y no hablando claro a propósito, para que analizaran mis palabras y descubrieran lo que decía sin pronunciar una palabra explícita del tema en cuestión. Es decir que, ejercía una dialéctica que sirve para adiestrarse en la práctica de la argumentación. Todo el tiempo estaba buscando huellas de lo que se quiso decir, y hablaba así también. Fue parte de mi formación profesional y un delirio que me divierte aún hoy. Aristóteles tenía una manera muy pragmática de analizar el discurso, de desmenuzarlo y de reorganizarlo, o al menos eso entendimos e intentamos hacer en la facultad.
De todo eso me quedan mañas que aplico en cada uno de las intervenciones complicadas de las redes. Y ahí estaba la persona que me recomendaba no defender a alguien “reconocido” a quien estaba defenestrando sin prueba alguna de sus dichos difamatorios sosteniendo que “seguramente no lo conoces en persona”. Yo no paraba de reírme porque todo lo que me decía era una fábula de viejas (no tengo nada contra las viejas, ni contra las fábulas) pero el relato era totalmente falaz. Y lo sé porque sí conozco a la persona de la cual le estaba extrayendo la epidermis (lo estaban cuereando a troche y moche) y además yo cumplí una función en la institución que ese “reconocido” representó a la misma institución y estuve en el momento en el que supuestamente dijo algo “cuestionable” para “un —escuchase esta— flash informativo”. Quiero aclarar lo del “flash informativo” vino a colación de que pedí el video de prueba de aquello de lo que se acusaba al reconocido pero la persona acusadora no tenía en su poder, ni pudo recuperarlo porque según dijo después fue en “un flash informativo” de hace más de 12 años. Veníamos argumentando con un nivel de polvo de tierra mojada. Demás está decir que esos dichos cuestionados jamás ocurrieron por eso lo corrí por todos lados para que me mostrara las pruebas y ante la falta de las mismas —insisto era todo falaz, no hay pruebas porque nunca pasó lo que dice que pasó— me dijo que él mismo era la prueba porque él lo vio por TV y se constituía en una prueba en sí mismo. ¡Clara muestra de lo que la autopercepción le está haciendo a la humanidad! Te autopercives gato pero sigues siendo un perro. —Quiero confesar algo: en este momento me moría de risa y yo era una persona mala, porque seguí buscando enroscarlo más en su falta de argumentación— Hasta que la falta de argumentación lo llevó a borrar con el codo lo que escribió con la mano. Digo, borró todo el comentario con sus idas y vueltas sin argumentación ni coherencia, mucho menos con una prueba certera de lo que alegaba.
¿A dónde quiero llegar con todo esto?
A veces la vida es mucho más simple que complicada. A veces no es cuestión de argumentar y ganar una discusión. Sino de reflexionar qué quiero decir. Si me di cuenta que aquello que digo no tiene sentido, parar y cambiar lo que dije. ¡Por honestidad! Y no hablo de veracidad y falacia, hablo de ser honestos con nosotros mismos. Porque en definitiva es eso lo que a Dios le agrada. Jesús lo dijo claro en Mateo 5:37 «Cuando ustedes digan “sí”, que sea realmente sí; y, cuando digan “no”, que sea no. Cualquier cosa de más, proviene del maligno» (NVI). De esta manera no se te va a caer nunca en argumento.