Palabras ondulantes que vienen y van, sin rumbo fijo, con mensaje específico. Tengo un amigo que hoy me preguntó por qué no lo saludé con un “Che, bolú”, él es peruano y vive en el país del norte, estuvo en Argentina y conoció el nombre de todos los argentinos. El que es común entre los adolescentes: bolú.
Mientras leía lo de mi amigo recordaba a una amiga de Colombia, que insiste en usar la misma palabra pero en su versión completa, que por razones de susceptibilidades no la usaré. Una palabra que para unos no tiene significado alguno y hasta causa gracia, puede ser la peor palabra sobre el planeta para otra persona. Aclaro que las personas de quienes hablo son personas comprometidas con Dios y cabalmente cristocéntricas.
Sigo pensando en las mismas palabras ondulantes, las que pueden caer del cielo justo en un vasito de papel, y crear una lírica rica en proteínas para el alma. Pero esas mismas palabras en diferentes contextos pueden significar las distancias más horrendas en la vida de una persona. Conozco bien cuáles son las palabras que penetraron en lo más hondo de mi corazón y lo hicieron pedazos una, y mil veces. Las mismas que intento superar, pero no importa quien las diga, ni bajo qué circunstancia producen el mismo escozor.
Me preguntaba sobre las palabras que yo misma pronuncié y fueron como una hoja de acero que corta sensiblemente la epidermis más dura y desnuda el corazón de una persona. Lo expone y lo lastima en el lugar donde no hay posibilidad de sutura alguna. Guardo en una caja las palabras inmencionables, pero a veces se escapan y hacen de las suyas: lastiman, destruyen, entristecen, distancian, rompen, quiebran y matan.
¡Claro que están las otras! Las que producen todo lo contrario a la descripción anterior. Esas que animan, valoran, suavizan, vigorizan, enternecen, alientan, producen seguridad, dan vida, curan heridas, sanan dolencias, transmiten amor, llenan espacios vacíos y sin sentido.
Dicen por ahí que una palabra amable puede suavizar el camino. Una palabra a tiempo puede ahorrar el esfuerzo. Una palabra alegre puede iluminar el día. Una palabra con amor y cariño puede curar y bendecir. Una palabra buena es siempre bienvenida. Entonces… ¡ofrezcámosla siempre que sea posible!
Lizzie, muy buena la página y mejor aun este posteo. Coincido en un 100% con vos. Que Dios te bendiga, nos vemos pronto
Gracias Guille por pasar por aquí. Hay que transmitir valores ¿no? jaja… si es mi lema de vida, es un comienzo para la transformación ¿no crees?…
Che, nos estamos viendo! BENDICIONES, Lizzie