Jesús no es un invento de la Iglesia

«Jesús no es un invento de la Iglesia.» Lo afirma el sacerdote catalán Armand Puig después de veinte años de investigar las huellas del hombre cuyo nacimiento en Belén marcó un antes y un después en la historia de la humanidad y que celebrarán esta noche los mil millones de católicos en todo el mundo.

A ese hombre, registrado con un nombre común para la Israel de hace 2000 años, se le atribuye la mayor cantidad de milagros que a ningún otro personaje de la historia antigua. Se sabe, entre otros datos, que vestía como un rabino, que se atribuía a sí mismo ser hijo de Dios y que murió un 7 de abril. Paradójicamente, la evidencia histórica más firme sobre la fecha de su nacimiento es el elemento de la tradición que más puede prestarse a la fantasía: la estrella de Belén.

Puig, decano de la Facultad de Teología de Cataluña, volcó el resultado de sus estudios en el libro Jesús, una biografía -editado aquí por Edhasa-, en el que, según dijo en diálogo telefónico con LA NACION, los lectores «no encontrarán morbosidades ni curiosidades sino el fundamento de la fe». Allí, Puig, que dirige también el Instituto Superior de Ciencias Religiosas San Fructuoso, aspira a presentar, con rigor científico, «todo lo que se sabe sobre la vida de un Jesús cristiano y no sólo católico».

El padre Puig revela en su investigación que Jesús hablaba tres idiomas -dominaba arameo y hebreo, y tenía conocimientos básicos de griego- y que tendría seis hermanastros, dado que José, su padre, se casó con María a los 35 años, luego de enviudar y tener seis hijos (cuatro varones y dos mujeres).

Entre los exegetas dedicados al estudio de la figura de Jesús, Puig se incluye en la corriente que se conoce como la tercera investigación sobre el Jesús histórico. Esta línea se caracteriza por el redescubrimiento de la pertenencia al pueblo judío de Jesús; la desinhibición para tratar temas que siempre fueron polémicos en su vida -como el lugar y la fecha de nacimiento- y la utilización de todo tipo de fuentes.

-¿Cómo se explica que la figura de Jesús, después de veinte siglos, siga generando tanta producción literaria y cinematográfica?

-Porque Jesús inquieta. No porque provoque miedo, sino porque genera inquietud que significa falta de reposo. Pone al espíritu en una situación de no reposo y, por lo tanto, cuando alguien se acerca a él de forma honrada, dejándose mojar por el agua, es decir, sin poner barreras, entonces empieza a mojarse los pies y a empaparse todo. Se interesan por este personaje no sólo los creyentes explícitos, sino personas de una fuerte preparación intelectual que no participarán nunca en la Iglesia, pero que se sienten inquietos ante la figura de Jesús.

-¿Por qué provoca esto? Hay todo tipo de hipótesis sobre la vida de Jesús.

-Todos sabemos que se habla de Jesús de una forma a veces morbosa… Es un personaje que vende y por eso hay tantos libros sobre él. Muchos usan a Jesús para vender libros y otros quieren explicar el personaje. Mi libro es de estos últimos; en él, el lector no encontrará morbosidades ni curiosidades, sino el fundamento de la fe. Pongo al personaje en todas sus facetas, pero siempre tratándolo desde el punto de vista de su humanidad sin escatimar los hechos que hacen ir más allá de su estricta humanidad.

-¿Qué evidencias hay de la naturaleza divina de Jesús?

El punto crucial es desde dónde habla Jesús. Cada uno habla desde su conciencia, sentimientos, emociones y conocimientos. Pero cuando él afirma: «Esto es así o asá» o «Dios quiere esto o lo otro», es porque lo sabe. No es un intelectual, aun cuando es alguien muy profundo. Se mueve en un registro distinto; habla a todos con un lenguaje muy profundo, y los más simples pueden ver que es determinante para sus vidas. Hay una firmeza en las expresiones que Jesús utiliza, en su lenguaje, que no es habitual en los rabinos. Generalmente, un rabino cita a otro, pero Jesús no lo hace.

-¿Usted llamó rabino a Jesús?

Se puede llamar rabino a alguien porque tiene ese título o porque tiene la autoridad moral. El de Jesús fue el segundo caso: no se doctoró ni fue a ninguna escuela, pero lo llamaban así porque tenía autoridad moral. De hecho, vestía un hábito como el que usaban los rabinos, con unas borlas con nudos en la franja de su manto. Esto muestra que se concebía a sí mismo como un maestro; de otra forma, no se hubiera vestido así.

¿Aquel Jesús que vivió en Israel es el mismo Cristo del que la Iglesia dice ser su prolongación en el tiempo?

-Desde el punto de vista de la investigación podríamos distinguir un Jesús anterior a la resurrección y otro posterior a la Pascua. Pero la cuestión está en si podemos establecer una continuidad entre estos dos niveles o si tenemos que decir que son cosas diferentes y, por lo tanto, lo que Jesús hizo tiene poco que ver con lo que la Iglesia enseña. En la corriente de investigación en la que yo trabajo se plantean los vínculos que dan continuidad entre uno y otro nivel.

-¿Cuáles son esos vínculos?

-Uno es el hecho de que Jesús escoja a 12 discípulos y los instruya. Esto demuestra que tiene intención de perpetuarse y de que ellos tengan una tarea, algo que hacer. Indica que habrá un después. Los discípulos piensan que el después sería el triunfo total del Mesías político y se llevan una sorpresa mayúscula cuando ven que muere crucificado y luego resucita como luz para todos, y no sólo para Israel. Otro vínculo es la relación tan singular que Jesús mantiene con Dios. En el Jesús de la historia detectamos una posición de máxima proximidad con Dios, con el Padre, que no es comprendida por sus adversarios.

¿Sólo sus adversarios no lo entendieron?

-A Jesús, en realidad, lo comprenden muy pocos porque va más allá del horizonte mental religioso en que están situados sus contemporáneos. Tenía una pretensión que es muy fuerte: la de hablar con autoridad, y esto lo hace sólo aquel que la posee. Por eso suscitaba la pregunta «¿quién te ha dado esta autoridad?» O Jesús es alguien enviado por Dios, o es una apariencia sin contenido. Si es un enviado, entonces merece ser escuchado y seguido.

Por Silvina Premat
De la Redacción de LA NACION

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