Muchas veces pienso en la palabra exceso como sinónimo de desenfreno, por lo tanto la descarto ese término negativo para mi vida. Cuido cada detalle de mi quehacer diario, procuro ser agradable a Dios y me rindo a él. Pero a veces pareciera que el trajín me absorbe, pero me conformo pensando que hago lo que hago para mi Señor. Una amiga suele decirme: “Hay que tener cuidado de no enamorarse más de lo que una hace para Dios, que de Dios mismo” y eso es una premisa en mi vida.
En estos días estuve nuevamente en Expolit. Para los que no saben, es una exposición de libros y música cristiana muy importante durante 5 días en un hotel distinguido de Miami. La vida allí es levantarse a las 6:30 de la mañana y acostarse al día siguiente cerca de las 2 de la madrugada. Durante el día corro para poder asistir a las conferencias que se brindan. Algunas tediosamente largas y agotadoras, otras muy entretenidas y de impacto. Músicos, líderes juveniles, pastores, salmistas, escritores, editores y vendedores son la amalgama perfecta de este evento.
Casi nunca hay tiempo para entablar relaciones muy profundas. Son todas muy cordiales, de negocios, pero de amistad es muy raro. Hace unos años conocí a Rubén Greco, un compatriota, distribuidor y fundador de una editorial en Nueva York. La verdad es que con Rubén más que un fraternal saludo y algunos chistes no hemos compartido. Nos prometimos ir a comer un asado argentino cuando nos encontremos la próxima vez. Al finalizar Expolit, Rubén sufrió un ataque al corazón y falleció. Apenas una hora y media antes estuvimos juntos y quedamos en la cita del asado para el año entrante.
Otro amigo, esta vez de España, Alfonso, me llevó a pensar que Rubén no era el primero del ambiente que fallecía por una enfermedad relacionada al estrés. Entre los que mencionó, habló de otro hermano y amigo que conocí, Arturo Baspineiro: El Negro. Argentino también. Con quien compartí varios viajes a Latinoamérica en este hermoso ministerio de las editoriales y los libros.
Yo misma sufrí un “aviso” por el exceso, por el estrés en febrero de este año. Una reacción alérgica que no era más que un síntoma para que dejara de correr por unos días. Ninguno de nosotros vivimos una vida desenfrenada en el sentido que comúnmente le damos a esta palabra, pero sin lugar a dudas debemos parar el desenfreno, el frenesí que nos agobia.
Hoy es domingo y estoy lejos de casa, de mi familia y de mi iglesia. Me propongo meditar en la necesidad de disfrutar más a los seres amados y desenfrenarme más.
¡Qué tengas un buen día!
Hola Lizzie,
Gracias por recordarme lo que yo misma aprendí hace un año debido al desenfreno. Sigamos el consejo que Jesús les dio a sus discípulos después de una misión estresante: «Venid vosotros aparte a un lugar desierto, y descansad un poco». Marcos 6:31.
¡Disfruta el descanso!
Hola Lizzie! Cuidate mucho!!! Con aprecio desde la tierra de las alpacas y las vicunas!
Debora
mmmm esas palabras me hacen pensar mucho… a veces simplemente no nos damos cuenta de que tan desenfrenado estamos…
Gracias lizzie por esas hermosas palabras 🙂