Sentirse a la deriva

Hoy sentí que me pasó una aplanadora por encima. Aunque el balance es que me inunda la emoción y la felicidad, pero la razón me recuerda que a veces me enojo con el Creador y él no tiene la culpa.

Volvía de la casa de mis amigos, Elisa y Martín, y Martín me planteó un tema de conversación que me viene causando urticaria. Me gustó como lo encaró, es muy respetuoso y tiene una calidad y claridad para hablar de ciertos temas que es admirable. ¡Gracias Mar!

Durante el día, una extraña sensación de alegría-malhumor me rondó sin cesar. Una hermosa noticia me puso en marcha para encontrarle un motivo para celebrar la vida, pero a la vez me hizo reaccionar sobre lo que vengo mascullando. Casualmente tiene que ver con el planteo de Martín. Y de golpe me sentí la más egoísta y la más amargada, aunque pude revertir la situación mucho más rápidamente que lo habitual y disfrutar el momento.

El domingo el pastor habló de animarse a contarles a los hermanos qué nos pasa, qué necesitamos. De tomar la iniciativa. Que fe es correr el riesgo de tomar la iniciativa. Dijo algunas cosas que me llegaron muy profundamente. Juan, mi pastor, en un momento mencionó la necesidad de trabajo de un hermano de la congregación. Le hizo repetir tres veces, cada vez con el volumen de voz más elevado, “necesito un trabajo”. Estaba procurando que Pablo tomara la iniciativa de expresarle a Dios lo que necesita, haciéndolo a la congregación quienes se comprometían a orar por esa necesidad. No puedo negar que la situación me incomodó y mucho. Porque detrás de ese pedido estaba el mío. Justo a la mañana había discutido, a mi manera, con Dios por ese terma. El día anterior también, y hoy seguí haciéndolo. Quizás mañana cambie de táctica, hoy me recomendaron que me lleve bien con él.

Martín me dejó pensando… y recién meditaba en ese deseo férreo de escuchar la voz de Dios rompiendo el silencio en mi ser.

¿Dejaré que lo haga?…

Jeremías 29:11 Porque yo sé los pensamientos que tengo acerca de vosotros, dice Jehová, pensamientos de paz, y no de mal, para daros el fin que esperáis.

Me cuesta creerlo a veces, pero al final del día no me queda mejor opción que poner en práctica la fe.

2 comentarios de “Sentirse a la deriva”

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