Hace unas semanas conté sobre una charla dinámica que me invitaron a dar en Lagram (ministerio para adolescentes). La misma estaba orientada a líderes de adolescentes y jóvenes. De mi escrito compartido como una carta de oración, Kim Pettit editó y publicó en inglés y en español la siguiente nota.Me invitaron a tener una charla dinámica con líderes juveniles en la zona oeste de mi ciudad. El encuentro consistía en ser responder preguntas sobre mi especialidad: comunicación.
Creí que íbamos a hablar de medios, de métodos de comunicación masiva, etc. Pero el tema fue mucho más amplio y mucho más profundo. ¡Fue todo un desafío! Las preguntas fueron de lo más variadas, desde la preocupación de un papá que no se podía comunicar con su hijo de 19 años, hasta si sirve tener medios cristianos.
Fue un grupo muy diverso, de 30 a 35 personas, todos líderes juveniles. Fue una experiencia muy rica para mi, una oportunidad de escuchar sobre las necesidades de estos hermanos e intentar darles herramientas que les sirvan y ayuden.
Al finalizar la charla se acercaron varios a hacer sus consultas personales. La última fue una mujer de unos 40 años con los ojos vidriosos de llanto, con dolor en su voz, con vergüenza, pero con valentía. Es que casi por casualidad y muy al pasar yo dije que es común encontrarnos con chicos abusados en sus casas. La mujer sin titubear me dijo: «soy mamá de hijos abusados por su papá… no sé como comunicarme mejor con ellos».
La miré, la abracé y la escuché con atención. Su familia está rota. Su esposo (o ex esposo) abusó de sus tres hijos. La mayor abusó del hermano que hoy tiene 13 años. El muchacho no habla. No deja que nadie lo toque, lo mire, le hable.
No sé si actué como Jesús lo hubiese hecho.
El caso está en la justicia. La familia está bajo tratamiento psicológico.
La mujer esperaba que yo le dijera como comunicarse con su hijo… No supe qué decir, o mejor dicho no dije mucho. Me limité a tomarla de la mano y pedirle que me diera el honor de orar por ella en ese momento. Oramos. La abracé fuerte y le prometí orar por ella y su familia. Me dejó una carga en el corazón.
No me había dado cuenta que la comunicación también era esto. No me había dado cuenta que dar sin esperar nada a cambio es recibir, muchas veces, el dolor de personas que están profundamente heridas.
Había estado pensando en el liderazgo, el propósito y las distracciones que encuentro en el camino. Hoy, quizás como si fuera la primera vez, descubrí que hay un rol esencial que no puedo perder de vista: al estar dispuesta a escuchar a otros en su dolor, imité a Jesús.
A mi me temblaron las rodillas. Yo conozco mis defectos mejor que nadie, pero sigo aprendiendo a poner mi vida en sintonía con Jesús. Llegó esta mujer con una necesidad y no sé si en mi capacidad de comunicadora cristiana actué como Jesús lo hubiese hecho, pero recurrí a Él, porque no había nadie mejor capacitado que Él para atender a la necesidad.
Qué ejemplo más poderoso. Gracias por compartirlo.
Gracias Lisi por pasar por aquí. Fue muy intenso ese momento y determinante en mi vida ministerial, ha abierto otras ideas de dejar un legado que es en Cristo!!!
Un abrazo