El evangelio prohibido de Judas, la lucha de reivindicación del mal

Hace días que la noticia del descubrimiento de un papiro que data del año 280 dC., según el informe de la Nacional Geographic difundido mundialmente el domingo 9 de abril por su canal de TV y desde días antes en su página web, está intentando socavar nuestra fe.

Muchos comienzan a conocer algunos detalles sobre los escritos apócrifos que existen en derredor de aquellos que fueron canonizados y aceptados hasta hoy por el cristianismo (católico y protestante). Se enteran que no fueron cuatro los evangelios, sino más de cincuenta. Que no fueron escritos por quienes les dan nombre, sino que son las “versiones oficiales” de algunos de los apóstoles. Es así que el evangelio de Judas aparece en Egipto 267 años después de la muerte de Judas, aproximadamente, es decir el año en que muere el Señor Jesucristo.

Recuperación
El evangelio fue recuperado por la restauradora Florence Darbre y el estudiante de copto Gregor Wurst, quienes se encontraron con el papiro casi hecho polvo en algunos tramos, por lo que pasó por proceso de restauración a través de capas humedecidas: separaron los fragmentos y los restauraron individualmente.

Además, la Sociedad National Geographic instauró una comisión asesora conformada por nueve miembros, entre ellos expertos en estudios gnósticos (secta que escribió el Evangelio según Judas), cóptico (lengua en que está escrito el papiro, y que era hablada por los cristianos de Egipto en los primeros siglos de la era cristiana), historiadores y teólogos.

Tendencioso desde el comienzo, según los expertos, el evangelio reivindica el papel de Judas cobrando un protagonismo que hasta hecha un manto de oscuridad en la luz del Salvador del mundo. El que finalmente llegó a serlo porque un mortal lo ayudó a cumplir su misión. ¡Hasta aquí se puede aceptar! –alguno de los lectores podría argumentar. El hecho concreto es que este evangelio fue escrito por un grupo gnóstico Cainista. Habrá que investigar en la historia lo que sucedía en esos tiempos. Los seguidores de Jesús no eran ni judíos, ni romanos en términos religiosos. La tierra de Oriente Medio era una revolución de ideas y de creencias. Los mismos investigadores de la Nacional Geographic aseguran que los gnósticos debieron escribir este manuscrito para defender y diferenciarse de las muchas creencias confusas del momento. Los gnósticos reclaman la posesión de un conocimiento secreto inaccesible para la gran mayoría de la gente y se centran especialmente en lo espiritual e intelectual que ellos desprecian de la creación material, incluyendo el cuerpo humano.

Dando cita a Irineo de Lyón en el Libro I capítulo 31, párrafo 1, habla del grupo de los gnósticos al que mejor se le conocía como «cainitas», ya que se sostenía ahí que Caín era un ser superior del mismo Creador de este mundo, «y dicen que Judas el traidor fue el único que conoció exactamente todas estas cosas exactamente (sic), porque solo él entre todos conoció la verdad para llevar a cabo el misterio de la traición. Para ello muestra un libro de su invención, que llaman el Evangelio de Judas».

Su origen
El evangelio de Judas consiste en un texto griego de probable origen cainita, esto es, elaborado por los Cainitas, o ala del gnosticismo persuadida de que el mal fue tan obra de Dios como el bien. Según esto, Judas fue colaborador indispensable de la muerte de Jesucristo y, por tanto, de la salvación del mundo.

Judas, que no es el autor del texto, es presentado, además, como el «discípulo favorito de Jesús». Contradicción interesante cuando ante los ojos de Dios somos todos iguales, Dios no hace diferencia con sus hijos. Según este escrito es Jesús quien le comenta al Iscariote: «Aléjate de los otros (apóstoles) y te enseñaré los misterios del reino», o «todo te ha sido revelado, levanta tus ojos y observa la tiniebla y la luz, y las estrellas que las rodean».

Esta última frase y otras semejantes referidas al firmamento, o a los doce apóstoles como doce luminarias del cielo, han servido para que algunos intérpretes hayan visto en Jesucristo a un escrutador del simbolismo zodiacal. Más aún: en el evangelio de Judas, el maestro habla a sus discípulos de una «generación superior», nacida en un reino inmortal y eterno. Justamente lo que los gnósticos consideraban de sí mismos.

Ni que decir tiene que la fijación de canon bíblico, o separación de los textos canónicos de los considerados apócrifos, manejó durante siglos criterios como la coherencia de doctrina. Evidentemente, las alusiones zodiacales o las referencias védicas a la suprageneración colocaron inmediatamente al evangelio de Judas en la puerta de salida del canon.

Evangelios canónicos
Una de las condiciones de canonización de los evangelios es la cantidad de copias que existen, aún hoy, de esos manuscritos. En el caso de Judas, es sólo una, en copto (es decir una traducción) y con un 85 por ciento en condiciones de lectura. Los evangelios canonizados datan del primer siglo después de la muerte y resurrección de Jesús. Este es del tercer siglo posterior. Un «Evangelio» es un género literario -establecido por Mateo, Marcos, Lucas y Juan- que se centra en la vida, muerte y resurrección de Jesús. Mientras que los que incluyen hechos supuestamente relacionados con la vida de Jesús, como el de Judas y los otros son textos que en realidad «tratan de reforzar la importancia» de los personajes a quienes se les atribuyen posteriormente.

Muchos teólogos ya se expresaron, todos coinciden en descreer de la veracidad dogmática sacro-santa del manuscrito presentado recientemente. Es sospechoso que esta presentación sea hecha en un contexto mercadotécnico en coincidencia con la Semana Santa, que es el tiempo más importante del calendario cristiano, en particular con el tiempo en que la figura de Judas resulta particularmente relevante. Además de situarse en las antípodas del estreno mundial del fime «El código Da Vinci». Sin lugar a dudas, existe una intencionalidad tendenciosa.

Lizzie Sotola
Editora Asociada a
MercadoCristiano.com

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