Del manejo de la ansiedad, nunca uno se gradúa. Y lidiar con ella a veces es un trabajo de oso, enorme, pesado, agobiante y encima te cae la ansiedad que los demás tampoco pueden manejar. Para mi siempre fue un tema y creo que estoy rodeada de ansiosos… ¡bueno, todos los seres humanos lo somos! Sólo que algunos manejan su ansiedad de manera más eficiente.
Hace muchos años una situación me puso en un nivel de ansiedad enorme. Era muy jovencita. La vida comenzaba para mí y ya me encontraba viviendo momentos tensos, donde la solución no llegaba. ¡Tardó mucho tiempo en llegar y cuando llegó requirió de paciencia y manejo de la ansiedad! Recuerdo una charla con un amigo un poco más grande que yo, que con paciencia me repetía que la vida no se me iba a ir en eso. Que tenía que tener paciencia. Pero mi ansiedad era voraz y no entendía de paciencia alguna. En esos días había descubierto un texto bíblico que me acompañó siempre: 1 Pedro 5:7 (DLH) “Dejen todas sus preocupaciones a Dios, porque él se interesa por ustedes.”
La verdad que estaba entre fascinada y desconfiada: ¿es cierto que Dios está interesado en mí?… y parece que sí nomás. Desde entonces fui entendiendo en diversos niveles de comprensión que sí que es verdad. Que Dios se interesa en mí, y que nada me va a faltar porque Él lo prometió. Pero ¡claro! la ansiedad sigue allí asechando a cada paso de un desafío nuevo, de una prueba inesperada, de un análisis clínico como en la viñeta. En el anuncio de un matrimonio, en la llegada de los hijos. En el ascenso laboral por el cual tanto se ha trabajado. En fin… hasta por el pastel de chocolate de todos los cumpleaños que mi mamá le hace a mi sobrina ¡Quiero de ese pastel!
Como seres humanos nos cuesta esperar. Queremos todo ya, ahora, en este momento… ¡lo necesito ya! Y Dios sigue teniendo cuidado de mí. Y a veces con sus dilaciones me evita un traspié más grande. Con sus negativas me cuida de que caiga en un mal peor y lo arruine todo. Confiar en los cuidados de Dios ayuda a manejar la ansiedad. Porque cuando llega podes pararte frente a ella y decirle: “¡Hasta aquí llegaste! Este tema está en manos de Dios”. Y él controla los tiempos, los modos y las formas. Yo no tengo nada que objetar. Sólo confiar en su pericia en resolver los problemas por mí.
Muchas personas creen que soy muy ansiosa… y sí tengo mucho de ansiosa, pero a la vez estoy aprendiendo a manejar mi ansiedad, porque la dejo en manos de Dios y él cuida de mí. ¡Es real!
Y en lugar de preguntar ¿cómo la ves salir? yo diría: “allá va… déjala ir”.