Anoche miré por enésima vez la película «El pianista» de Roman Polanski, basada en la historia real de Wladislaw Szpilman. Las imágenes y el sonido ayudaban a instalarse en épocas de la segunda guerra. Podés transportarte fácilmente o podes recorrer en tu pripio corazón el gheto en el que vivís y reconocer los mismos razgos de discriminación y censura.
No sé si mis antepasados vivieron esa historia, en realidad no. Mi papá nació en el año que inicia la historia, por lo tanto mis abuelos ya estaban en Argentina. Pero quizás hubo alguna persecución anterior. De hecho, sí lo hubo, pero es otra historia. Una historia de discriminación también, lógicamente. ¡Claro soy de ascendencia eslava! Como los polacos. ¡Qué desazón! Ese sentimiento se repite y se repite, en mi historia, en la tuya, en la de todos.
Desde que escuché la canción de Jorge Drexler dedicada justamente a «El pianista del gheto de Varsovia» me impactó porque hay algo que mueve mis fibras más íntimas. Quizás porque pertenezco a esta raza de escritores de la realidad y me enferma la censura y la discriminación.
La discriminación que pasó Wladislaw es terrible. Tener que abstenerse de entrar a ciertos lugares reservados para los alemanes. Es como cuando te piden que te abstengas de entrar a los sitios que te pertenecieron siempre, solo que ahora algo cambió la historia y no podes ni si quiera decir que amas aquello que te resignas a ver de lejos. Pedís verlo y recibís silencio. Tenes que alejarte indefectiblemente y censuran en todo lo que decís, o lo que es peor, no te escuchan. Peor discriminación que esa no existe… y se repite y se repite, una y otra vez.
Muchos le temen al distinto y forman cofradías con otros. Te aislan y te aislas… A veces, cuando la gente que está a tu alrededor tiene miedo de de vos, te censuran y se transforma en discriminación. Sufrís de despojo, es sistemático, pero no queda nada en tu haber. Es como en el gheto de Varsovia. ¡Claro que hay un redentor en toda esta historia! No es el héroe pianista, ni sos vos resurgiendo de tus cenizas. Es Jesús el Mesías, aquel por el cual los romanos y los judíos se unieron para apresarle y matarlo cruelmente. Ese mismo que se recuerda en estos días como el aniversario de tu nacimiento. Es curioso que en muchos lugares dejen de decir ¡Feliz Navidad! Y lo cambien por un ¡Felices fiestas!… nadie puede tener unas fiestas felices cuando le censuran el corazón. Por ello, una vez más, pensemos en lo que significa poder vivir una… ¡FELIZ NAVIDAD!
Tambien hay discriminación en las iglesias, y no la invente yo, ya existía en la Iglesia primitiva (Santiago 2).
Es muy duro cuando, acudes a ser «curado»; se te muestra la puerta de salida; no eres «santo» como los que se sientan en esas sillas, te ha salpicado el pecado, has manchado tus blancos vestidos, puedes contaminar la silla en que te sientes, eres portador de una enfermedad incurable.-
Menos mal que Jesucristo me recibe, en la puerta y se cruza conmigo a la plaza; sino ¡Qué solo estaría!
Es muy cierto Pedro… ¡cuánta visión de Reino nos falta!
Estos «santurrones» olvidan que las iglesias deben estar llenas de personas pecadoras, son la razón de ser de semejante sacrificio divino. A Dios gracias el encuentro con Jesús es lo que resignifica nuestras vidas, porque no importa lo que hayamos hecho él nos ama.
¡Que tengas una linda navidad!
Lizzie
¡Impresionante la pelicula! Me gustó mucho cuando la vimos en el cine y ahora me hiciste pensar en ella otra vez.
Lo de las discriminaciones, es real, che! Bueno a vos medio que te mirábamos como sapo de otro poso por eso de la iglesia y tus cosas espirituales. Espero que no hayas pensado eso de nosotras. Te aprecio mucho y la verdad que siempre fuiste una ayuda en la facu y en la vida.
Celebro el habernos reencontrado.
¡Feliz Navidad! SUERTE!!!
Kari