Hoy me tocó vacunarme con la tercera dosis, la de refuerzo contra el Covid-19. Decidir, hace poco menos de un año si me iba a inocular o no, fue toda una lucha interna. No soy cien por ciento pro-vacuna, tampoco soy cien por ciento anti-vacuna. No me gustan las exageraciones invasivas de fármacos, y sustancias ajenas a lo natural. Creo en la ciencia como un desarrollo humano que Dios permitió, y que dirige a personas que se someten a su voluntad. De igual manera veo una fuerte puja por la industria farmacéutica que mueve millones de millones en sus productos. Y por supuesto, el imaginario social. El que ve conspiraciones en todos lados. No digo que sean falsas noticias. Digo que hay un grado de exageración muy grande.
En las últimas semanas, debido a la imposición del pase sanitario en la provincia en la que vivo y desde este 2022 en todo el país, leí y escuché cada cosa. Realmente la gente exagera, y de ambos lados de la grieta que nos divide. Otra grieta más. No alcanzaba con la política, la social, la sanitaria también es una grieta que sortear.
Mientras investigaba lo poco que se pudo el año pasado previo a anotarme para la inoculación, hablé con Malú. Ella es una amiga muy querida y es médica. De esas que durante la pandemia estuvo, junto a su esposo con quien comparten profesión, todo el tiempo en el frente de batalla. Y Malú me dijo en un momento algo así: “Li, este bicho es malo. Es mejor tener algo para defenderse de su ataque a no tener nada”. Y ahí me convencí. Ella y yo seguíamos un tratamiento de fortalecimiento del sistema inmune con medicación natural dirigida por una doctora especialista en medicina biomolecular. Una eminencia la doña. Y tía de una amiga en común con Malú. Sigo con su medicación. Hace años que le he confiado mi salud, es mi médica de cabecera.
Al recibir esta tercera dosis pensaba en todos los miedos alrededor de la vacuna. Que no pasan de la fase 3. Que son experimentales. Que modifican el ADN. Que te inoculan algo para custodiarte. Y yo quiero pensar en que son las responsables de que bajen las muertes. En estos dos años se perdieron muchas vidas. Por supuesto que nadie se muere en las vísperas, como decía el patilludo [ex presidente de Argentina, Carlos Saúl Menem]. Yo confío que Dios tiene determinado el momento de mi partida desde la creación del mundo, mucho antes de mi existencia.
También quiero decir, que esta reflexión no es pro-vacunación. Respeto la decisión de cada uno, y no voy a predicar en contra de aquellos que no quieren inocularse. Agradezco me traten de igual manera. En mi caso decidí vacunarme para cuidarme y cuidar a los demás, principalmente a mis padres, hermano y sobrina.
¡Ah, me fue muy bien con la vacunación! No tengo, hasta el momento, ningún malestar.