El zorro, la rosa y el Principito

principito02.jpgHoy fue un día raro. Me desperté tarde. Leí la mitad de un libro de alguien que conozco personalmente y es un ejemplo en mi vida. Hablé por teléfono con algunas de mis amistades, chatee con otras… ¡hasta con el Raulo que hace años que no lo veo y que ahora se me hace más difícil porque vive en España y yo en Argentina! Trabajé, cuando hace bastante que no lo hago en sábado. Me fui a caminar por el centro de mi ciudad y a tomar un café, cuando me encontré con un amigo de muchos años y sus dos hijos. Charlamos mucho, le conté algunos de mis éxitos y algunas de mis miserias. Me fui de su casa con la satisfacción de saber que mi amigo está ahí para mí. Él sabe que lo quiero mucho y me bendice mucho su amistad, pero hoy necesito decírselo y no se lo dije (espero que lo lea en mi blog).  Cuando llegué a mi casa, me puse a revisar correos y a mirar blogs. Esto de la blogosfera me encanta. Me gusta leer en la diversidad. Me enganché en una discusión de la cual no voy a mencionar nada más. Y de pronto caí en un blog que jamás antes había visitado. Se llama Espejos mar adentro. El artículo se titula ¡Domesticame! y transcribe el siguiente fragmento de «El Principito» de Antoine de Saint-Exupéry. Uno de mis cuentos favoritos.  principito02.jpg—Tú no eres de aquí —dijo el zorro— ¿qué buscas?
—Busco a los hombres —le respondió el principito—. ¿Qué significa «domesticar»?
—Los hombres —dijo el zorro— tienen escopetas y cazan. ¡Es muy molesto! Pero también crían
gallinas. Es lo único que les interesa. ¿Tú buscas gallinas?
—No —dijo el principito—. Busco amigos. ¿Qué significa «domesticar»? —volvió a preguntar el principito.
—Es una cosa ya olvidada —dijo el zorro—, significa «crear vínculos… «
—¿Crear vínculos?
—Efectivamente, verás —dijo el zorro—. Tú no eres para mí todavía más que un muchachito
igual a otros cien mil muchachitos y no te necesito para nada. Tampoco tú tienes necesidad de mí y no soy para ti más que un zorro entre otros cien mil zorros semejantes. Pero si tú me domesticas, entonces tendremos necesidad el uno del otro. Tú serás para mí único en el mundo, yo seré para ti único en el mundo.
[…]El zorro se calló y miró un buen rato al principito:
Por favor… domestícame —le dijo.
—Bien quisiera —le respondió el principito pero no tengo mucho tiempo. He de buscar amigos y conocer muchas cosas.
Sólo se conocen bien las cosas que se domestican —dijo el zorro—.
Los hombres ya no tienen tiempo de conocer nada. Lo compran todo hecho en las tiendas. Y como no hay tiendas donde vendan amigos, los hombres no tienen ya amigos. ¡Si quieres un amigo, domestícame!
—¿Qué debo hacer? —preguntó el principito.
—Debes tener mucha paciencia —respondió el zorro—. Te sentarás al principio un poco lejos de mí, así, en el suelo; yo te miraré con el rabillo del ojo y tú no me dirás nada. El lenguaje es fuente de malos entendidos. Pero cada día podrás sentarte un poco más cerca
El principito volvió al día siguiente. […] … el principito domesticó al zorro. Y cuando se fue acercando el día de la partida:
—¡Ah! —dijo el zorro—, lloraré.
—Tuya es la culpa —le dijo el principito—, yo no quería hacerte daño, pero tú has querido que te domestique…
—Ciertamente —dijo el zorro.
—¡Y vas a llorar!, —dijo él principito.
—¡Seguro!
—No ganas nada.
Gano —dijo el zorro— he ganado a causa del color del trigo. 

Después de leer nuevamente este fragmento vino a mi mente el olvido que tenía respecto de este cuento. Alguna vez fue mi cuento de cabecera y el punto de encuentro con alguien que vivió por dos años fuera del país, a quien amé profundamente y no supo valorar mi cariño. Alguien que me supo domesticarme, alguien a quien quise domesticar y no pude. Lloré su ausencia. Siempre lloré su ausencia. Aun hoy, después de tantos años y a pesar de que no pienso más en su amistad, sigo llorando su ausencia porque realmente me había domesticado. 

Pero en este enjambre de domesticaciones me di cuenta que más que el zorro domesticador, está la rosa que es única y preciosa. Me gustan las rosas, en la casa de mis padres hay un rosal que me gustaba cuidar cuando vivía con ellos. Cada uno de mis amigos son como esa rosa especial que El Principito cuidaba en su asteroide. Hoy me di cuenta que también soy como esa rosa para muchos de mis afectos queridos. ¡Gracias por domesticarme! Más aún, ¡gracias por cuidarme como a esa rosa!

4 comentarios de “El zorro, la rosa y el Principito”

  1. Gracias por la referencia Lizzi.
    Qué gusto que este fragmento de Exúpery haya recordado el significado de la amistad y sobre todo, el de tu persona a los ojos de quien reconoces amigos. Creo que ahora es punto de encuentro con otras personas, si me lo permites.
    Y mira… sigamos ese buen consejo del zorro. Si lloramos a alguien es porque ya ganamos algo: ahora hay otras cosas que tienen diferente sentido a causa de la presencia pasada de esa persona [por eso de «he ganado a causa del color del trigo»: el color del trigo, =monótono= para el zorro, fue después un recuerdo de sentido por la amistad del Principito].
    Bendiciones.

  2. Gracias Carolina por pasar por acá…

    Si, es como vos decís, es el punto de encuentro con otras personas. Siempre hay que seguir sumando amistades, de eso se trata la vida ¿no?

    Bendiciones, Lizzie

  3. Hola Lizzie!
    Gracias por abrirnos esa ventana a tu mundo interior. Y gracias porque esto hace que también yo pueda –aunque por tan solo un momento– abrir una de mis ventanas interiores y llorar.
    No hay que olvidar el secreto del zorro: «sólo se ve bien con el corazón. Lo esencial es invisible a los ojos».
    Curiosamente, el sermón que la predicadora compartió esta mañana fue del mismo tema…[?]
    Nota aparte: Aprovechando el viaje largo entre Baires y GR, pude terminar de leer «Más allá del planeta silencioso» (C.S. Lewis). Te lo recomiendo. Uno de los temas subyacentes que aborda es la cuestión de cómo los seres humanos nos hemos «domesticados» para ver sólo a los que nos agradan o nos conviene ver, y luego los clasificamos como superior o inferior.
    Un fuerte abrazo

  4. ¡gracias Ale!

    Me suena interesantísimo lo de Lewis. No he leído ese libro de él. Voy a buscarlo y lo leeré. Creo que a veces perdemos la forma de ver según Dios y ese es un problema serio si queremos vivir agradándole. ¡Gracias por tu amistad, también! Fue bueno compartir con vos el tiempo en Brasil.

    ¡Bendiciones! y un abrazo!

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