Muchos hablan de Gracia. La gracia de Dios. Esa que no merecemos pero que recibimos. La vemos como un regalo, que lo es, pero a veces nos cuesta pensar en el valor que verdaderamente tiene. Porque para nosotros es gratuita, pero alguien pagó por ella.
Dios no nos envió un juez, nos envió un salvador. Nos mandó a su Hijo que siendo Dios y siendo inocente pagó para que vos y yo vivamos en y por gracia. ¿Qué es la gracia?… Es ese perdón que pasa por alto todo lo nuestro, eso que es feo y ocultamos. Es esa capacidad que siendo incapaces de merecer, recibimos.
A la Gracia la recibimos y la necesitamos. Una nos mantiene agradecidos, la otra nos mantiene humildes. Una nos recuerda quien somos, y la otra nos recuerda qué somos sin ella.
Entre 1610 y 1691 vivió un monje, el hermano Lorenzo. A él le fascinó la Presencia de Dios. Estudió. Se esmeró en investigar y su vida la dedicó a ese acto de pensar la presencia de Dios. “Deberíamos enraizar nuestra vida en el sentido de la Presencia de Dios, mediante la conversación continua con Él. Es vergonzoso dejar de conversar con Él para pensar en frivolidades y tonterías”, dijo alguna vez.
Creo que nuestras frivolidades a veces son más frívolas y ni nos percatamos de cuán frívolas son. Porque, volviendo a la gracia, nos olvidamos de esa presencia que significa. Presencia de Dios, claro está! La gracia me alcanzó de otra forma, ¿tuve suerte?… ¡Quizás! Y estoy a tiempo de no tocar fondo. Hay que tomar conciencia de nuestras debilidades. ¡Ya! ¡Ahora! De forma urgente. Porque te alcance la gracia está bueno, pero si te alcanza la gracia después de haberla experimentado y abandonado, estamos en serios problemas.
La conversación continua con nuestro Señor, nos hace estar permanentemente en su presencia. Y nos hace conscientes del valor de la gracia. Y recordar lo que somos sin la gracia de Dios, nos resulta un ejercicio que nos ayuda a no subirnos al poni, sino a mantenernos donde Dios quiere que estemos.
Busca la gracia de Dios. Esa que recibimos sin pagar nada, porque Jesús ya pagó. ¡Dale las gracias por la Gracia!