Hay dos temores que asechan las relaciones humanas cuando están tensas: 1) tener que hablar y 2) quedarse sin tema de conversación.
Cuando “las papas queman” el diálogo es la fuente de solución, pero ¡qué difícil es afrontar nuestros propios errores, tragarnos el orgullo y hablar acerca de aquello que hicimos mal y queremos solucionar por la paz! Reconocer nuestro mal obrar, nuestro descuido o mal pensamiento para recomponer lo roto (si es que tiene compostura) y comenzar de nuevo (si nos dan esa oportunidad).
También es difícil empezar un tema nuevo, cuando hay detalles que quedaron pendientes, y no sabemos como abordar una conversación. Parece que se nos agotan los temas, las formas y hasta la imaginación. —“No tengo nada que decir”, argumentamos. Cuando en realidad esa frase dice mucho de por sí.
Silencios, distancias, sensación de vacío, ¡la nada misma! Nos pasa todo junto. Los pensamientos van a mil. Buscamos un tema de conversación trivial, pero no queremos ser tan ridículamente casuales. Miramos el horizonte sin fijar la mirada. Damos un paso hacia adelante y retrocedemos tres más.
Nos pasa que tampoco queremos escuchar. Oír que herimos, que fuimos desconsiderados, que no tuvimos en cuenta a la otra persona, Que solo fue una catarata de cosas que salieron de uno sin casi poner resistencia. ¡Y allá fue! directo a los oídos del otro que como uno estaba temblando de nervios. Enojo, cólera, angustia, miedos… y dolor.
Los seres humanos somos contradictorios. Intentamos ser estables pero somos terriblemente inestables. Queremos dar seguridad pero no lo somos. Siempre hay un punto en donde se nos mueve el piso y somos vulnerables.
La salida a esto es el amor. Bajar la guardia, por amor. Pararse en el lugar de la otra persona y empatizar con su situación, por amor. Soportar lo que pasa, por amor. Sostenerse por amor.
Dice la Biblia que el amor…
“El amor es paciente y bondadoso. El amor no es envidioso. No es presumido ni orgulloso. El amor no es descortés ni egoísta. No se enoja fácilmente. El amor no lleva cuenta de las ofensas. No se alegra de la injusticia, sino de la verdad. El amor acepta todo con paciencia. Siempre confía. Nunca pierde la esperanza. Todo lo soporta. El amor no tiene fin…” ( 1Corintios 13:4-8a).