Hoy voy a comenzar con una nueva serie de escritos con reflexiones que me disparan algunas viñetas de un humorista gráfico argentino, Tute. Sus historias retratan y exacerban algunas de las cotidianeidades de cualquier persona. Especialmente en las que me identifico y de las cuales me gusta reír. cabe aclarar que estas reflexiones son de carácter general. Algunas harán alusión a cuestiones cotidianas que no son del estatus espiritual. Aunque coincido con que todo es espiritual, los relatos a veces son menos espirituales que otros. Quizás algún pensamiento surja… si eso sucede ¡perdón, soy una inconsciente que le gusta pensar!
Tengo 51 años, y muchas veces pienso como de 15. Me gusta la vida, sueño en grande y creo que tengo todo por recorrer. Viajar, descubrir el mundo entero. Conocer lugares, personas y sabores nuevos. Aventurarme a perderme desde el minuto cero sin temor a hacerlo, a algún lado llegaré. Miro a mi sobrina y es ella quién está más cerca de los 15 que yo. Me llena el corazón verla sonreír, disfrutar y jugar en pleno desarrollo de su vida. ¡Aún no empezó a vivir! Tiene todo por delante… [Nota mental: ¡y yo también! Siempre hay más].
En ese recorrido que empezó un 14 de septiembre de 1970, el día en que nací en la ciudad de Rosario, Santa Fe, Argentina. Pasé por Río Tercero (Córdoba), y luego por José Mármol, provincia de Buenos Aires, para recalar finalmente en Lomas de Zamora en el conourbano bonaerense. Y desde Lomas al mundo. Según mi abuela del corazón soy una trota mundos. Es que hace más de 20 años que viajo y viajo por todo lugar al que me manden las empresas para las que trabajo o trabajé. ¡Y también por mi propio placer de viajar! Me gusta contar historias, así que viajar es el combustible de mi vida.
Pero en la vida no todo es placer y bienestar. Tuve momentos de profundo dolor, además de la más alta euforia. De los que he salido. Creo que a veces con algunos magullones, otras muy rota, y también en fase de rearmado.
Por eso esta viñeta me disparó pensar en todo lo que me pasó en la vida. ¿Algunos sustos?… ¡tal vez! pero con la seguridad de haber caminado de la mano de mi Salvador y Señor, Jesucristo. Por supuesto que me equivoqué muchas veces, y que hice cosas de las que me arrepiento, y no están bien. Pero también aprendí a contentarme con lo que Dios pone por delante. Aprendí a confiar en él. A volar sin paracaídas cuando el vuelo lo invita él.
Así que ¡bienvenidos al tren! Comenzamos el viaje.
Lizzie Sotola