Nada mejor pensado que aquello que planificamos para desaprovechar el año. ¡Claro que es un chascarrillo! Pero a muchos nos resulta una realidad más a menudo de lo que admitimos. Porque tenemos un específico registro de pasos a seguir, y perdemos el tiempo en la rigidez de ese paso a paso. No digo que esté mal. Digo que nos perdemos en seguir con exactitud aquello que nos fue difícil de poner en papel y crear una estrategia que consideramos la mejor.
Quiero confesar que no me gusta sentarme a fin de año a planificar el siguiente, por consecuencia y mirar para atrás a ver qué logros tuve, qué objetivos alcancé. Suelo celebrarlos en el momento en que se dan los alcances y ya. Sigo con lo que sigue, siguiendo la vida. Pero sí soy una soñadora nata. Me gusta pensar en lugares donde ir y con quién compartir esas aventuras. Por tres años consecutivos viajé a Mendoza, de vacaciones, con mi amiga Nati Zuko. Con ella no había forma de desaprovechar el momento, siempre tenía en su boca el “sale foto”. Tenemos una cantidad de fotos imperdibles, impagables e impresionante. La primera vez que viajamos juntas le dediqué un tiempo a enseñarle a tomar fotografías e hizo algunas mías en Potrerillos que son muy buenas. Después se dedicó al “sale foto” nomás, y ella tiene una cantidad enorme de fotos suyas que yo le tomé (risas).
¿Qué es aprovechar bien el año?
A mí, que me gustan las aventuras y me lanzo a locos destinos con ganas de conocer lo nuevo, desaprovechar el año es un poco esto de plantear metas hermosas, loables pero inalcanzables. Por ejemplo, escalar el Himalaya. No me da el cuero. No tengo entrenamiento. No tengo constancia para entrenar. Y mi edad, no me estaría ayudando tampoco. ¡Sí, ya sé! Van a saltar aquellos que consideran que con disciplina y empeño se puede. Por supuesto que sí. Pero mis cantidades de disciplina y empeño nunca fueron altas. Quiero ir al hecho que quizás puedo visitar a mis primas e ir a pasar unos días con ellas a Yacanto —tal y como hacía antes de la pandemia—, y de paso caminar por las sierras de Comechingones recogiendo zarzamora. Y eso me ayude a ganar aire, estado físico y sobretodo motivación. Tal vez sea una cuestión de perspectivas.
Hay personas que planifican y planifican, pero después de la primer semana del año se olvidan de los planes. Los archivan y los sacan a fin de año para ver, si por azar, la pegaron y concretaron un objetivo. Ahí organizaron bien como desaprovechar el año.
Me gusta viajar, cerca o lejos. Siempre viajar. Cada vez que lo hago miro mi cuenta de banco, el estado de mis tarjetas de crédito, llevo una cierta cantidad de dinero en efectivo y me hago un presupuesto mental de cuánto voy a gastar. Busco la mejor opción de vuelo o de viaje por tierra. El mejor presupuesto pero con comodidades (el asiento del pasillo, adelante de todo para estirar las piernas si es un viaje largo). Pero no tengo un monto designado para cada actividad que surja. Es decir, puede que un día gaste 20 en comer y al siguiente gaste 100. Porque el lugar, la comida y la compañía lo amerite. O si decidí hacer una excursión que me gusta mucho o a la cual nunca fui antes, pero que me recomendaron como infaltable, no miro el gasto. Pero siempre dentro del presupuesto… porque también puede pasar que gastar de más sea una manera de desaprovechar el año, porque después hay que pagar las cuentas.
Hace dos años estaba programando un viaje a España, mi primera vez cruzando el océano para llegar por primera vez a Europa. Sí, todo era por primera vez. Los meses previos desde el ofrecimiento, mi aceptación y la concreción del proyecto fue un desperdicio de mi vida. No hacía nada “por si…”. Desaproveché el año, bueno esos meses, esperando una respuesta que finalmente se dio. Una vez instalada en Madrid todo era más fluido, pero tenía planes que no me animaba a llevar a cabo. Y casi desaprovecho la oportunidad por no seguir haciendo planes. En eso debo agradecer a mi amiga Gimena, que no sólo me dio lugar en su casa, sino que varias veces me movió la silla para que me moviera de mi lugar de confort.
Una de las cosas que aprendí es que Dios tiene planes que yo no comprendo, y quizás también por eso mis planes muchas veces se frustran. La realidad es que normalmente se nos frustran muchos planes, pero hay una forma de planificar el año sin que sea la mejor forma de desaprovecharlo. A mi me sirvió y es confiarle los planes de mi año a Dios. Nunca lo planifico a fin de año, eso sí. Lo planifico todo el tiempo. Voy haciendo nuevos, arreglo los que parece que no van a producirse y sobre todo los alineo con lo que entiendo que Dios me está enseñando a cada paso.
La Biblia dice en Jeremías 29:11 “Sé muy bien lo que tengo planeado para ustedes, dice el SEÑOR, son planes para su bienestar, no para su mal. Son planes de darles un futuro y una esperanza.” (PDT). Y esto me basta. No necesito más.
Lizzie Sotola