La verdadera esencia del periodismo, según mi perspectiva

Periodista

Periodismo es publicar lo que alguien no quiere que publiques, lo demás es relaciones públicas.
George Orwell

George Orwell es el seudónimo de Eric Arthur Blair, un escritor y periodista británico, ya desaparecido, cuya obra lleva la marca de las experiencias personales vividas en tres etapas de su vida: su posición en contra del imperialismo británico, que lo llevó al compromiso como representante de las fuerzas del orden colonial en Birmania durante su juventud; a favor de la justicia social, después de haber observado y sufrido las condiciones de vida de las clases sociales de los trabajadores de Londres y París; en contra de los totalitarismos nazi y stalinista tras su participación en la Guerra Civil Española.

Hoy, la profesión, dependiendo del país en que se la ejerza, la sociocultura que te rodee o el licuado de frutos del bosque que tengas en el marote, puede ser “positivista”, “militante”, “corporativista”, “golpista”, de “sólo publicamos buenas noticias”, “laxa religiosidad” y donde la responsabilidad social no es lo primero que se juega en la publicación de una información, sino el caudal que queda en el bolsillo. La libre expresión que persiguieron los actores del periodismo hoy se ve tamizada y hasta con intentos de silenciarla entre aquellos que supuestamente la defienden por intereses espurios, ajenos al bienestar social de un pueblo o nación. Ojo! No digo que todo sea así. Pero hay un germen totalitario que nos circunda, que nos hace callar la boca o gritar más fuerte por la impotencia del silenciamiento obligatorio. Porque queda mal, porque no se puede expresar lo que se piensa si es opuesto a ciertos sectores (cualquiera sea la orientación).

En los últimos años me cansé del constante golpeteo de palabras burdas que sólo intentan desmerecer, denigrar y desaparecer un pensamiento critico, diferente y opuesto a quienes ejercen influencia sobre la mayor parte de la sociedad mundial (digo mundial porque no hablo sólo del ámbito de un país, o una religión, sino de un multiforme grupo de personas unidas por intereses y actividades comunes). Muchas veces me dijeron: “vos bajas línea y sos periodista, no podes tomar partido”. Y a ciencia cierta si tomara partido hubiera sido más contundente de lo que he sido hasta la actualidad. Pero esa delgada línea de la objetividad se vuelve nublosa cuando olvidamos el propósito del periodismo: “publicar algo que alguien no quiere que se sepa, que se publique”.

En la profesión te encontras con un millón de oportunidades para publicar cosas que no se quieren dar a conocer. Muchas veces las publicas y otras no lo haces por pudor, por moral, por responsabilidad social, hasta por conciencia y principios religiosos. Es una delgada línea que se vuelve muy nítida cuando la tamizamos en las consecuencias de la decisión tomada.

La libertad de expresión debe ser respetada y respetable. La farandulización de la información hizo que el amarillismo y el morbo sea más importante que la información que ayuda a evitar males peores. El ventilar la intimidad del otro que sólo está viviendo su vida sin modificar la de los demás sea más importante que denunciar corrupción, o que usar esa información para modificar el hábito que perjudica a terceros. La responsabilidad social es parte de la libertad de prensa. Y vuelvo a qué es ser periodista: decir aquello que no se quiere que se diga. No se trata de ventilar intimidad se trata de desenmarañar actos perjudiciales, embustes que dañan a terceros. Se trata de expresar un pensamiento que es diferente al pensamiento de quien manda o supone un lugar de privilegio.

El periodista está comprometido con la verdad y con la realidad de todos los días. Si ve algo, si sabe algo, debe decirlo. Sobre todo si eso que sabe puede cambiar el rumbo de una trayectoria que va por mal camino. A veces ese decir es público, masivo y mediado; otras veces es privado, individual y personalizado.

Que me perdonen mis colegas, pero todos esos bichos (insectos) que dan vuelta alrededor de las personas oliéndoles las patas, no son periodistas, son fanáticos. Porque sólo dicen lo que los famosos quieren oír. Porque sólo preguntan lo que los entrevistados están dispuestos a responder. Discúlpenme: Ustedes, no tienen oficio. Veo habitalmente sólo notas positivas en los medios cristianos. No veo críticas. No veo investigación. No veo oficio, ni mucho menos profesionalismo. También hay de los que critican por deporte, que se van al otro extremo. Que se fijan en la mancha de la corbata, o te comparan con una diva de la televisión por un chistonto sin sentido. Pero que en ellos es agresión y agresión gratuita, por deporte, por que sí.

Periodista es mucho más que un interlocutor, que habla, que transmite, que comunica. Periodista es uno comprometido con la sociedad y con la verdad, no la suya propia, sino la Verdad con mayúsculas. Y si ese periodista tiene además un compromiso personal con el Verbo, como es llamado Jesucristo en el Evangelio según el apóstol San Juan, honra el oficio y lo ejerce como servicio a la sociedad, tenga la ideología que tenga, y trabaje en el área que trabaje. No adula, sirve.

Todo este discurrir porque hoy se conmemora el día del Periodista en Argentina. Muchos saludos llegaron aún desde el día anterior a este 7 de junio de 2014. Todos me hicieron reflexionar en el compromiso, en la profesionalidad, en las deformaciones propias y ajenas, pero más en las propias de la profesión.

¿Qué más decir? ¡Feliz día del periodista al que lo sea, de verdad, de corazón, convicción, alma y ejercicio!

Lic. Lizzie Sotola
Periodista – Comunicadora Social

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